jueves, 14 de mayo de 2009

Antonio Vega

Ha muerto Antonio Vega. No me cuento entre los aficionados incondicionales a su obra, aunque fue para mí, como para mucha gente de mi generación, un personaje que dio cara y voz a unos años apasionantes. Tuve el primer disco de Nacha Pop cuando lo publicaron: destacaban entre una irrepetible multitud de grupos destacables. Ellos se dedicaban al pop vitalista y desenfadado, embellecido en muchos temas por la sensibilidad de Antonio. Siempre pensé que el alma musical del grupo era su primo Nacho, y más tarde confirmé mi percepción al disfrutar de las excelentes composiciones de Rico, el grupo que formó cuando se disolvió Nacha Pop.

Siempre me pasa lo mismo en estas situaciones en que dos caracteres aparentemente antagónicos demandan una elección (o posicionamiento, como diría un político) inequívoca. Generalmente, además, una de las opciones presenta todas las características que en el acervo colectivo se asocian a la virtud: es el caballo ganador.

En este caso, por ilustrar lo dicho, Antonio Vega tenía ganada la batalla frente a su primo con gran claridad. Su extremada sensibilidad, la languidez de su figura, el lirismo de sus letras, su apostura, la impronta de malditismo que tal vez a su pesar lo adornaba, contrastaban muy favorablemente frente a la aparente frivolidad de Nacho, la alegre simpleza de sus pegadizas melodías y su aspecto esnob y afectado. Sin embargo, de haber tenido que votar en ese imaginario concurso de querencias, me habría inclinado por este guitarrero y achulado segundón.

Algo similar me pasaba con los Beatles. Está ya en el territorio de la leyenda la oposición cervantina entre las figuras de McCartney y Lennon. Mientras éste simbolizaba en el subconsciente juvenil el idealismo, la utopía, la lucha por la libertad e incluso la armonía interracial, Paul era el Sancho Panza de la historia: asentado en tierra firme, desprovisto de ideología e inquietudes, superficial y casquivano. En este desigual combate, ya se sabía quién gozaba del favor del pueblo soberano. Sin embargo, yo –siempre a contrapelo– desde el primer momento opté por el bajista, tanto porque lo consideraba el mejor compositor del grupo como por la desconfianza quizás arbitraria que me inspiraba Lennon. Con el paso del tiempo se ha sabido quién cargaba con las miserias y quién con la coherencia.

Puede que todo se deba a una extraña pulsión que me empuja hacia el bando del desfavorecido, por más que éste pueda aparecer bajo un barniz de arrogancia o frivolidad. Algo en mi interior me previene contra el favor de la mayoría. No puedo evitar pensar que si tan acentuado es el sesgo, algo raro hay. Sé también que los protagonistas son en general ajenos a las lides en que se les supone empeñados. Ayer lo confirmaba Nacho al comentar la muerte de su primo: “Le he querido prácticamente desde que nací”.

No hay comentarios: