miércoles, 22 de julio de 2009

Anatomía

Cayó en mis manos Anatomía de un instante, el último libro de Javier Cercas, y lo miré con cierta aprensión, pues supuse que se trataba de un relato novelado y, por tanto, ficticio del intento de golpe de estado del 23 de febrero, o quizá de una simple novela cuya acción se desarrollaba en el entorno temporal de esa fecha. Pensé también que tal vez la guerra civil y los primeros años de la posguerra habían dado de sí todo lo que podían dar y el horizonte de la novela española de la memoria se había acercado a la Transición en busca de caladeros más novedosos.

Lo que me encontré, sin embargo, fue una magnífica obra de disección, trabada con enorme originalidad y maestría a base de amplias anáforas y quiasmos, repeticiones que evocan la precisión del bisturí que corta sobre lo suficientemente estudiado, repasado, en el lugar que debe dar paso al órgano a tratar. Tres espléndidos paralelismos entre el trío golpista (Armada, Milans, Tejero) y el que, al contrario que el resto de diputados presentes, no echó cuerpo a tierra cuando empezó el tiroteo en el Congreso (Suárez, Gutiérrez Melado, Carrillo) ocupan parte del relato y ofrecen unos agudísimos estudios sicológicos de los protagonistas, observados con frialdad de cirujano.

Es esa misma frialdad la que lleva a Cercas a afirmar, en varios pasajes del libro, que la actitud de ciudadanos, medios de comunicación, empresarios, etcétera, fue de una pasividad tal que le hace presumir un apoyo mayoritario al golpe en caso de haber triunfado.

Yo también lo creo porque sé del carácter acomodaticio que tiene la mayoría, del intrincado complejo de cálculos que siempre ponderan a la baja la dignidad en favor de un mayor peso de la seguridad o la comodidad. Como también sé de la renuncia dolorosa a la felicidad, de la rendición al desamor, de la oportunidad malograda, del lamento interminable que debemos a la cobardía.

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