viernes, 25 de marzo de 2011

Echar de menos

Qué bella expresión “echar de menos”, más hermosa que añorar o “echar en falta”. Echamos de menos algo o a alguien, sufrimos la sensación de una ausencia que resta, que disminuye, que nos hace más pequeños. Expresión bella pero triste, evocadora de una melancolía de la imperfección, de la desazón de lo incompleto.

Se echa de menos al amado, a la amada incluso en el pasado, en el tiempo en que todavía no se le conocía, pero vivido y añorado en la imaginación como si por él se hubiera transitado, como si se hubiera formado parte de su vida como tantos otros extraños cuya insoportable cercanía se envidia y aborrece.

Y también echamos de menos el futuro que no viviremos, el de la vida de las generaciones que nos sucederán, el de los años que no compartiremos con quien deseamos, el tiempo por venir donde seremos observadores atónitos de un mundo en el que no ocuparemos el lugar que habríamos deseado, en el que no seremos amados por quien amamos, donde viviremos exiliados en un universo alternativo, hostil, indeseado, ajeno.

Porque echamos de menos lo que siempre estuvo o imaginamos que estaba o deseamos que hubiera estado donde ahora nos duele que falte. Y es que a eso se reduce todo: que lo que tiene que ocupar su lugar esté, que los objetos den sentido al mundo, que la caricia pueda alcanzar el cuerpo deseado, que el beso no se pierda en el vacío del rechazo, que nuestro abrazo encuentre algo más que un sueño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un saludo desde Bruselas, querido Carlos!

Cómo duele el "echar de menos" y que bonito es a su vez. Una que siente nostalgia de vez en cuando...

Ánimo con el blog, me encanta descubrir facetas distintas en gente interesante!

Rosa

Anónimo dijo...

Me alegro de que hayas vuelto al lugar en el que se te echaba tanto de menos.

Gracias.