miércoles, 30 de diciembre de 2009

Fin de año

Se acaba el año. Llévese en buena hora lo mucho que ha sobrado: ese mes de febrero abominable como sólo Borges podría apreciarlo (“Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”), el febrero de la pérdida, de la pena negra; la primavera más necesitada pero más sufrida, más lamentada, más perdida; un septiembre vacío; un invierno que se anunció llevándose a Fiaño, diciembre aciago como el vino de Valente (“qué viento aún ha de soplar sobre vivos y muertos /o en que navegación, con tu rostro de ayer, /he de encontrarte”).

Déjeme, a trueque, el poso de todo lo bello y bueno que me pudo traer: los rostros recobrados, los niños acariciados, la tierra reencontrada, la ternura dada a fondo perdido, el amor que no conoce el cálculo, la entrega desinteresada. Me quedaré también con aquellos que daba por perdidos y he hallado de nuevo, con quien me ha permitido reavivar llamas casi apagadas.

Se acaba el año y me deja más viejo. Ha crecido, como siempre, el número de los libros que no leeré. También el de los besos ni siquiera ofrecidos. Sólo yo decrezco, me encojo casi aplastado por la inclemencia de estos trescientos y pico días que se van.

Váyase, pues, y entre el nuevo que me encontrará, no diré erguido, sino todavía no doblado. En este estado de resistencia espero, digo reclamo mis derechos adquiridos: el jardín de mi tierra, el amor de los que amo, la ternura de mis hijos, todos ellos, el regalo de los libros, el conocimiento de los otros, los viajes, la paciencia y la serenidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Carlos

BAMBUEY dijo...

Que bello comentario de fin de año Carlos!
Esmeralda