miércoles, 23 de abril de 2008

Maestros de la República


Mi lista de libros pendientes de lectura no deja de crecer. No sabría determinar una razón (matemática, claro está), pero si la hay debe acercarse a la siguiente: por cada libro que leo hay en mi mesilla uno y medio por leer. En ocasiones demoro la lectura de un libro por una simple causa de economía de tiempo. En otras, porque no estoy seguro de que vaya a merecer la pena. En muy pocas, porque no me atrevo a enfrentarme a la obra. Esto último es lo que me ha ocurrido con Maestros de la República, de María Antonia Iglesias, con cuya lectura estaba en deuda desde que me lo regalaron por los Reyes de 2007. Y cuando apelo a la cobardía, sé de lo que hablo: me entristece y me duele la derrota de la República como si la hubiera vivido en el 39, aun habiendo nacido veinte años después.

El libro hurga en la historia de once maestros republicanos muertos en los meses siguientes a la rebelión fascista. El primero de ellos es Arximiro Rico, maestro de Baleira, Lugo. El relato de su ejecución, contada por un par de supervivientes de aquellos años, está magníficamente prologado por Beiras quien, dicho sea de paso, fue profesor mío, y me gusta pensar que también amigo, en la Facultad de Ciencias Económicas de Santiago de Compostela.

Arximiro Rico se me antoja maestro antonomástico de la llorada República. En la casi feudal Galicia interior de los primeros años 30, Arximiro emergió como un referente para los humildes. Rigió la escuela de Baleira ganándose un respeto y cariño de sus alumnos que todavía Antón García, el último de ellos vivo, recordaba cuando a autora lo entrevistó.

Los sórdidos detalles de su muerte en Montecubeiro en la que, cómo no, intervienen los falangitas locales analfabetos, el cura delator y el odio que las clases acomodadas albergan hacia todo esfuerzo de instrucción pública, están perfectamente documentados en la obra de Iglesias.

Quiero solamente detenerme en un pequeño episodio del relato. Cuando la autora, acompañada por Antón y por otro antiguo luchador republicano, consigue entrar el las ruinas de la escuela de Baleira, previa patada en la puerta, encuentra algunos de los libros que el Patronato de las Misiones Pedagógicas había enviado y que permanecían, después de setenta años, en las carcomidas estanterías. Entre ellos se encontraba Los héroes del progreso (inventores e inventos), un librito de 1928 en cuyo prólogo de lee: “Sin estudio y trabajo, sin aplicación y sin constancia no se inventa nada, ni progresa la ciencia…”. Hoy consideramos este tipo de libros como entrañables reliquias de un tiempo en que el saber estaba al alcance de muy pocos y los juzgamos con benevolencia. Pero seguro que para Arximiro Rico, maestro de Baleira, cruelmente asesinado por la barbarie fascista, era una biblia que inspiraba su incansable esfuerzo por llevar la educación a los humildes.

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