lunes, 5 de mayo de 2008

El camino

Pidió el texto en préstamo, aquél que salió de él ya ajeno pues a ella se debía. No tuvo que buscar: allí estaba intacto el gozo original. Leyó:

Ahora alzaré la mirada y encontraré la suya. Avanzaré despacio, demorando el momento en que se anuden y su boca llame a la mía. Haré remolinos en su vientre, trenzaré y destrenzaré espirales alrededor de su ombligo cayendo mansamente y huyendo indeciso. Saldré del dulce laberinto para arrastrarme hacia sus pechos. Bajo ellos sospecharé la síncopa de nuestros corazones. Seguiré. Me detendré en su garganta para adivinar sus gemidos. Llegaré a sus ojos imperativos que convocarán a mis labios.

Entonces mi boca iniciará sumisa el camino aprendido y siempre nuevo. Mi lengua trenzará y destrenzará remolinos sobre su vientre, hará espirales y se hundirá en su ombligo. Huirá llorando humedades hasta llegar a sus pechos, bajo los que sentirá su corazón sincopado. Continuaré. Me entretendré en su garganta para sentir sus gemidos en mis labios. Llegaré a los suyos. Seremos entonces sólo uno. Una vez más temblaré como un niño amedrentado.

El tiempo corría inclemente, pero él seguía siendo un niño tembloroso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tiembla el rocío
y las hojas moradas
y un colibrí

Y tiemblan los dos
Y sigue intacto el gozo original