domingo, 28 de septiembre de 2008

Otoño


El otoño se me ha echado encima, no voy a decir que por sorpresa porque siempre sospeché que acechaba, que debilitaba los verdes pecíolos, encanecía la vida, encapotaba el cielo y traía el soplo frío de la sierra. Ajeno a su llegada, yo seguía chapoteando inconsciente como si el verano hubiera venido para quedarse siempre conmigo, como si mi madurez fuera a ser eterna. A mi alrededor, sin que yo reparara en ello, todo lo que podía caducar se preparaba a hacerlo. El mundo ahuecaba el lecho y yo saltaba tontamente, sin percibir las señales que me invitaban a recogerme.

Ahora me parece que ha llegado de repente. Apenas vestido para el calor, tirito por las mañanas; todavía no hace el frío de febrero, pero sé que vendrá y mi cuerpo envejecido lo anticipa en cada temblor. Sólo viviendo para el amor, lloro al despertar; porque aún no se ha empedernido, pero sé que mi corazón cansado lo hará con el dolor que vendrá a sumarse al que ya está aquí. Y cuando se haya endurecido no vendrán más primaveras, o no sentiré las que lleguen.

Debo apresurarme a buscar abrigo, porque el otoño se me ha echado encima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un filósofo en ejercicio de peluquero (ya no quedan barberos) me dijo una vez mientras me esquilaba a precio tasado mostrándome una regla de plástico verde: "La vida es como esta regla, ya vamos por aquí y lo que nos queda es lo peor". Aquel día me pillaba poético y le contesté:
"A lo largo tiene Ud. razón pero a lo ancho la vida no tiene límites como esa regla"